martes, 29 de abril de 2014

San Juan Pablo II

Reconozco que ya  han pasado dos días desde la canonización, pero hoy he decidido contarles mi experiencia de haber visto al papa.

En su tercera visita a Guatemala del Santo Padre, yo apenas tenía 11 años, recuerdo que en mi parroquia se organizo la excursión a la capital para ir a presenciar tal acontecimiento.

Increíblemente mis papás me dieron permiso para ir pues ellos no podía acompañarme, fue una gran preparación, pues durante la vigilia, nos tocaba presentar unos actos por lo que con muchos días de anticipación ensayábamos en el estadio de Escuintla para poder ir a presentarlos a la capital durante la vigilia.

Se llego el día de ir y recuerdo que esa noche fue maravillosa, a pesar de la lluvia y el frio que hacia en el estadio, era un ambiente muy agradable, yo pues como un niño veía las cosas diferentes, pero a pesar de eso, lograba captar la maravilla de la iglesia, ver a miles de cristianos, reunidos en una gran fiesta por la elevación a los altares de un Santo, era  simplemente maravilloso.

Al día siguiente madrugamos para emprender la caminata hasta el hipódromo, donde seria la Santa Misa, recuerdo que por el cansancio nos quedamos dormidos bajo un puente por unos momentos, luego proseguimos con la marcha, era una gran fiesta, los grupos iban cantando, haciendo porras, se veían las alfombras por donde pasaría el Santo Padre, era realmente una manifestación de fe a lo grande.

Al llegar al hipódromo, aguardamos unos momentos hasta que por fin, se escucho un gran grito y logre captar, ¡ahí viene el papa! Salimos corriendo y logramos llegar a la orilla de donde pasaría el Santo Padre.

Ese día conocí por primera vez al Papa, vi primero un carro blanco, que luego supe que se llamaba el Papa Móvil, luego presencie a un hombre muy anciano, con el rostro cansado, vestido de blanco. Esa imagen nunca se borrara de mi mente, contemplar al vicario de Cristo en la tierra, tan cerca, ver a un hombre tan común, pero tan lleno del poder de Dios, contemplar la santidad que irradiaba el Santo Padre, era sin lugar a duda algo para darle gracias a Dios.

Luego de esto dio inicio la Santa Misa, ya no recuerdo mucho, solo recuerdo y guardo el eco aún de aquella maravillosa frase, DECLARAMOS SANTO AL HERMANO PEDRO, en ese momento mi cuerpo se enchino, sentí y contemple el poder de la iglesia en aquel hombre. Sin duda está experiencia me sirvió muchísimo para mi vida espiritual.


Y ahora saber que el Santo Padre es Santo, me llena de una gran alegría, pues ahora tengo una santo a quien yo conocí.   







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