Reconozco que ya han
pasado dos días desde la canonización, pero hoy he decidido contarles mi
experiencia de haber visto al papa.
En su tercera visita a Guatemala del Santo Padre, yo apenas tenía
11 años, recuerdo que en mi parroquia se organizo la excursión a la capital
para ir a presenciar tal acontecimiento.
Increíblemente mis papás me dieron permiso para ir pues
ellos no podía acompañarme, fue una gran preparación, pues durante la vigilia,
nos tocaba presentar unos actos por lo que con muchos días de anticipación ensayábamos
en el estadio de Escuintla para poder ir a presentarlos a la capital durante la
vigilia.
Se llego el día de ir y recuerdo que esa noche fue
maravillosa, a pesar de la lluvia y el frio que hacia en el estadio, era un
ambiente muy agradable, yo pues como un niño veía las cosas diferentes, pero a
pesar de eso, lograba captar la maravilla de la iglesia, ver a miles de
cristianos, reunidos en una gran fiesta por la elevación a los altares de un
Santo, era simplemente maravilloso.
Al día siguiente madrugamos para emprender la caminata hasta
el hipódromo, donde seria la Santa Misa, recuerdo que por el cansancio nos
quedamos dormidos bajo un puente por unos momentos, luego proseguimos con la
marcha, era una gran fiesta, los grupos iban cantando, haciendo porras, se veían
las alfombras por donde pasaría el Santo Padre, era realmente una manifestación
de fe a lo grande.
Al llegar al hipódromo, aguardamos unos momentos hasta que
por fin, se escucho un gran grito y logre captar, ¡ahí viene el papa! Salimos corriendo
y logramos llegar a la orilla de donde pasaría el Santo Padre.
Ese día conocí por primera vez al Papa, vi primero un carro
blanco, que luego supe que se llamaba el Papa Móvil, luego presencie a un
hombre muy anciano, con el rostro cansado, vestido de blanco. Esa imagen nunca
se borrara de mi mente, contemplar al vicario de Cristo en la tierra, tan
cerca, ver a un hombre tan común, pero tan lleno del poder de Dios, contemplar
la santidad que irradiaba el Santo Padre, era sin lugar a duda algo para darle
gracias a Dios.
Luego de esto dio inicio la Santa Misa, ya no recuerdo
mucho, solo recuerdo y guardo el eco aún de aquella maravillosa frase,
DECLARAMOS SANTO AL HERMANO PEDRO, en ese momento mi cuerpo se enchino, sentí y
contemple el poder de la iglesia en aquel hombre. Sin duda está experiencia me sirvió
muchísimo para mi vida espiritual.
Y ahora saber que el Santo Padre es Santo, me llena de una
gran alegría, pues ahora tengo una santo a quien yo conocí.
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