sábado, 5 de marzo de 2022

 

¡No tentaras al Señor tu Dios!

Primer Domingo de cuaresma
San Lucas 4, 1-13

La cuaresma es el tiempo de la penitencia, del perdón y de la caridad. Es la ocasión para reconciliarnos con Dios y con nosotros mismos; es el momento para empezar a hacer bien, ¡para buscar el bien!

 Dios es el Bien supremo, el Bien de la persona… ¡Sin Dios la persona se ve fraccionada, incompleta, vacía!

 En este primer Domingo de cuaresma, San Lucas nos presenta la escena de las Tentaciones… El diablo tienta a Jesús; lo tienta con las tentaciones mas antiguas que han afectado a la humanidad: “El Ser, El Poder y El Tener”.

 Estas tres grandes tentaciones que hasta hoy afectan a la humanidad, ¡son vencidas por Jesús! Eso quiere decir que también nosotros podemos vencerlas.

¡Sí! Sí podemos, somos capaces; si nuestra vida en verdad se orienta a la de Cristo, también podremos vencer.

 Este tiempo cuaresmal debe ayudarnos a adentrarnos en nosotros mismos, a ver hacia adentro, a fijarnos en lo nuestro: en nuestras faltas, en nuestras omisiones, en nuestras debilidades.

No ver la vida de los demás, no fijarnos en los defectos ajenos, sino ver los nuestros, conocernos, para supernos, conocer nuestras faltas, para enmendarlas, descubrir nuestros errores para quitarlos: ¡Eso es la cuaresma! Es cambiar, es ser diferentes, es ser más como Jesús.

 Las tentaciones estarán ahí, nos asecharán, el diablo sigue tentando, pero ¿te dejaras tentar? ¡no podemos caer en la tentación! Deben ser vencidas y superadas.

 Jesús venció la tentación porque estaba fortalecido por el ayuno y la oración: Ante la primera tentación Jesús responde: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”» puesto que a veces solo nos fijamos en lo material, nuestras metas se limitan a buscar bienes, prestigios, honras humanas y eso no lo es todo. ¡eso se acaba!

Por eso el hombre vive sobre todo de la Palabra que sale de la Boca de Dios. Eso si es fundamental, eso lo es todo.

La tentación es vencida con la generosidad y con la confianza en Dios, pues la generosidad nos ayudará a no pensar solo en lo nuestro y la confianza nos permitirá vivir más unidos a Dios.

 Cuando la persona se ve tentada con el poder, brotan sus deseos mas oscuros y viles, que alejan a la persona de Dios, ¡con el poder la persona se corrompe, se pudre! El poder como tentación es dañino corrosivo, es mortal. Un poder mal ejercido, buscando intereses partidistas, injustos, desproporcionados, hunde a la persona en lo mas profundo de la miseria humana; el poder empleado de esta manera trae ¡injusticias, desprecios, tristezas, violencia! Por eso es malo, ¡muy malo!

 No dejemos que la tentación de poder nos arrebate la salvación, no dejemos que nos destruya, no dejemos que nos mate. Jesús respondía al diablo: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”» pues cuando solo damos culto a Dios se espanta la tentación y crece la humildad; una vida virtuosa será la Clave, la Virtud aleja la tentación y nos acerca a Dios.

 Jesús es tentado por el diablo, y hoy nosotros también somos tentados, se nos ofrece la tentación de ser soberanos, autónomos… “una vida sin Dios” Dios sale sobrando cuando llenamos nuestra vida de orgullo y soberbia, de vanidad y egoísmo. ¡El diablo tienta a la humanidad para tentar a Dios! ¡Tú no eres Dios!  Tú necesitas de Dios, por eso Jesús decía ante la tentación: «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”» pues no somos jefes de Dios, a veces queremos que Dios haga como nosotros queremos, cuando queremos y como queremos, ¡Dios no es tu esclavo!

 A veces nuestra fe se ve contaminada por falsas doctrinas que plantean una vivencia errónea de la fe. ¡yo decreto! ¡yo declaro! … eso nos gusta, nos gusta imponer nuestra voluntad, sentirnos poderosos, tentando a Dios, queriéndole obligarle a hacer lo que le decimos; ¡así no se vive la fe! Eso solo manifiesta inmadurez. A Dios no se le tienta, a Dios se le obedece, a Dios se le ama y se acepta su voluntad.

 Busquemos en esta cuaresma nuestra conversión, hagamos la lucha por ser mejores, adentrémonos en verdad en la vivencia cuaresmal de la penitencia de la oración y de la limosna, para fortalecer nuestro espíritu y vencer la tentación y así llegada la pascua de la resurrección, iniciar con la gracia de Dios una vida mejor.

martes, 1 de marzo de 2022

Ayuno Oración y penitencia

Cuaresma 2022

 "Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos echar a ese demonio?» Jesús les dijo: «Porque ustedes tienen poca fe. En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro: Quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería. Nada sería imposible para ustedes. (Esta clase de demonios sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno).»"

(Evangelio según San Mateo, 17, 19 – 21)


 La cuaresma es el tiempo oportuno para acercarnos mas al Señor, al Dios de la Misericordia, al Dios del perdón. Es el tiempo para perdonar y pedir perdón, pero también el tiempo para perdonarnos a nosotros mismos; Dios nos perdona, nos ama por eso nos perdona, dejemos nosotros que ese amor infinito de Dios transforme nuestra vida y nos haga gozar de las dulzuras celestiales, por medio de su Gracia. 

Ahora que nos encontramos en este tiempo cuaresmal, es ocasión pertinente para preguntarnos sobre ¿Cómo andamos en nuestra fe? Puesto que la fe será el medio por el cual dejemos actuar la Gracia de Dios en nosotros; esa fe que debe ser solida y firme en el Señor, una fe fuerte y bien cimentada en el Señor.

 «¿Por qué nosotros no pudimos echar a ese demonio?» también nosotros nos encontramos ahora con algunos “demonios” que no son fácil de sacar de nuestra vida, la lujuria, el odio, el rencor, las pasiones desordenadas, las envidias, los chismes… que atacan nuestra vida y nos hacen infelices, desdichados, que nos corrompen en el egoísmo y la soberbia, y nos hacen ser malos y perversos en nuestro actuar. Estos “demonios” deben ser expulsados de nuestra vida, pero al igual de los discípulos, nos preguntamos ¿Por qué no pudimos sacarlos? Aunque luchamos, nos confesamos, y ¡nada! Siguen ahí, sigue creciendo, ¡cada ves peor!

 «Porque ustedes tienen poca fe» esa es la razón, la “fe” sin fe no podemos, la fe es la clave, la fe nos permite gozar de Dios, la fe nos acerca a Dios, por la fe somos salvados: porque esa fe mueve a toda la persona, la orienta al bien, a la verdad al buen obrar y a la salvación.

 En esta cuaresma procuremos entonces acrecentar nuestra fe en Dios, las practicas cuaresmal (oración, ayuno y penitencia) nos permitirán ese encuentro con el Señor de la fe, con Cristo que nos llama a confiar y a creer en Él. No desaprovechemos estas herramientas que se nos brindan durante este tiempo cuaresmal, no aguademos nuestra fe, queriendo mal entender las practicas penitenciarias que purifican el alma y la fortalecen y sobe todo que nos acercan mas a Dios.

 La oración el ayuno y la penitencia serán la clave: «Esta clase de demonios sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno» puesto que son la clave de la fuerza espiritual, deben ser atendidas con mayor interés en nuestra vida, “más ahora” pues hay poca fe, la gente ya no cree, no confía en Dios, viven una fe superflua, alejada de la realidad, buscando solo como acallar su oscura conciencia mediante practicas vacías de una falsa religiosidad; se conforman con cargar la procesión pensando que solo con ello serán perdonados, “eso no es así” va mas allá, si no hay conversión, si no hay arrepentimiento, si no hay propósito de enmienda y decisión para ya no seguir en las mismas, todo seguirá igual. ¡Que triste una fe así!... pidamos al Señor que en esta cuaresma seamos diferentes, que cambiemos de vida, que busquemos el bien, que nos alejemos de lo malo, de los vicios, de los desordenes morales, de la corrupción de la vanidad, de la avaricia, en fin, de todo aquello que aleja a la persona de Dios.

 Hagamos nuestras las palabras de la invitación cuaresmal: 

 ¡conviértete y cree en el Evangelio!

Vivamos con fe este tiempo, con esperanza y sobre todo con caridad, haciendo nuestras las palabras del Evangelio, viviendo según nuestra fe, amando como el Señor nos ha mandado y buscando siempre nuestra Santidad.

miércoles, 23 de febrero de 2022

 

No vivamos una fe farisaica

 

«Oíd y entended. No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.»

(Mateo, 15, 10 – 20)

 

Jesús critica fuertemente el actuar hipócrita de los Fariseos, un grupo de judíos radicales que contemplaban a “cabalidad” la ley, pero a un modo superfluo y vacío. La ley ayudaba a la persona a acercarse a Dios, pero los fariseos la habían vuelto algo irreal, sin sentido, pesada y cansada. Esta ley ya no acercaba al hombre a Dios, mas bien lo alejaba, por el mero cumplimiento de normas humanas que desencarnaban la ley y hacían que la persona fuera cruel y nada solidaria.

 

El problema de la fe farisaica es que aleja a la persona de su prójimo, hace que el hombre se sienta superior, aumenta su ego, su soberbia y lo convierte en un dios para si mismo. “esto es grave” cuando la persona juzga, critica, grita, impone su autoridad, no escucha a ignora a su prójimo; pero reza, asiste piadosamente a la Eucaristía, publica mucho sobre Dios; es un claro ejemplo de una fe farisaica.

 

Jesús es el claro ejemplo de la vivencia de una fe autentica, buena y sana, una fe que ayuda a la persona, que la santifica, que enaltece al hombre. Una fe que parte del encuentro con Dios, en la oración pero que se nota en las buenas obras; Jesús siendo Dios no condeno a nadie, más bien perdono, ¿Por qué nosotros condenamos y amenazamos con el infierno a la gente? Jesús amo a todos ¿Por qué nosotros odiamos y guardamos resentimientos? Jesús se puso a servir a sus hermanos ¿Por qué nosotros somos soberbios, acomodados y mal agradecidos con los demás? Jesús ayudo a los enfermos y necesitados, liberando a los endemoniados y curando a los enfermos ¿Por qué nosotros somos malos, no ayudamos pudiendo hacerlo?

 

Cuando la persona vive una fe farisaica busca siempre ser perfecto ante los demás, pero anda pecando a escondidas, vive de apariencias, se siente mejor, más inteligente, “sabelotodo” pero en realidad es débil e ignorante de muchas cosas, pero como quiere ser perfecto ante los demás aparenta algo que no es. “que triste vivir así”

 

Lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre… puesto que la persona se siente mas que los demás, ha dejada botada la humildad empieza a proferir amenazas, insultos, sarcasmos, y cuanta cosa mala pueda decir, pero supuestamente en nombre del bien de la persona “hipócritas le decía Jesús” son duros con los demás, pero con ellos mismos se permiten muchas cosas, fornicaciones, robos, frivolidad, pereza, perdida de tiempo…

 

En fin, esta doble moral es la que no esta bien. Una persona con una fe farisaica es una persona mala, que no es feliz, que siempre anda angustiado pensando quien habla mal suyo a sus espaldas, siempre esta inquieto pensando que dirán de él.

 

El riesgo de este estilo de vida vacía y sin sentido, es que sumerge cada ves mas a la persona a una vivencia relativista de la fe. Cada ves se permite mas y mas caer en la inmoralidad, en la soberbia, cada ves mas la persona es un poco más abusiva, más intolerante, mas perfeccionista (pero no para si mismo, sino que exige más perfección en otros y no en el mismo) menos caritativa, menos solidaria mas incumplida, mas perezosa, mas mentirosa… en fin se va hundiendo mas y mas en el abismo enorme del pecado y de la desgracia humana.

 

Pero hay una esperanza, en medio del fracaso humano, llega el consuelo de Dios, Jesús nos plantea una vida diferente, una vida plena, una vida santa; por eso invita a vivir en el amor y humildad: "El más grande entre ustedes se hará el servidor de todos. Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja, será puesto en alto. (San Mateo, 23, 11-12)

El camino del bien, de lo santo es el camino del amor, del servicio de la generosidad, de la comprensión, de la solidaridad y de la caridad. No hay otro, solo las acciones buenas frutos de un autentico encuentro con el Señor.

 

Pregúntate ¿mi oración me mueve a las buenas obras? Si no te mueve al bien tu oración es estéril, no te engañes en decir “al menos rezo” porque es mentira esa oración esta muerta, no hay cambios en ti, sigues igual o peor, la verdadera oración te mueve a encontrarte con Dios en tus hermanos, en comprenderlos, en ayudarlos, en ir a servirles. Mas aun si sirves con algún encargo en tu comunidad, o eres un agente de pastoral o eres clérigo o religiosa, más aún los consagrados más todavía que son maestros de caridad.

 

Por eso decía Jesús: ¡ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes cierran a la gente el Reino de los Cielos. No entran ustedes, ni dejan entrar a los que querrían hacerlo. ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes recorren mar y tierra para ganar un pagano, y cuando se ha convertido, lo transforman en un hijo del demonio, mucho peor que ustedes. ¡Ay de ustedes, que son guías ciegos! (San Mateo, 23, 13-16)

 

La hipocresía de vida es lo que no agrada al Señor, es diferente cuando la persona lucha y se esfuerza, se esmera por ser mejor, ¡se nota! Su oración da fruto, vive la Eucaristía con devoción, reza con devoción, tiene respeto por lo sagrado; Esa persona recibe el auxilio de Dios, es una persona humilde, es alguien que escucha, que atiende que ama, que sirve, que ayuda, que va y hace. Esa persona recibe la bendición de Dios.

 

No seamos fariseos, no dejemos que nos gane el mal, seamos fuertes y decididos, optemos por el bien, por la paz, por la justicia y por la verdad, manifestemos al mundo nuestra fe con nuestras buenas obras, ayudémonos los unos a los otros, apoyémonos, amémonos, perdonémonos, hagamos este mundo mejor con nuestra fe, viviendo bien nuestra fe, haciendo presente a Cristo siervo bueno y fiel con nuestro servicio, nuestra generosidad, nuestra docilidad y así  seremos felices y dichosos y ganaremos el cielo, la salvación.

viernes, 31 de enero de 2020

Fiesta de la presentación del Señor

Mis ojos han visto a tu Salvador

Evangelio según San Lucas (2, 22-40)
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Comentario


Nos encontramos hoy con el texto lucano que nos presenta el cumplimiento de la ley por parte de los padre de Jesús, específicamente en la presentación del primogénito a Dios en el templo.  Es pues en este contexto donde surge la escena del encuentro de Simeon con Jesús, el profeta; ya que el  canto de Simeón, el "Nunc dimittis" está cargado de resonancias bíblicas y especialmente por lo que se refiere a presentar a Jesús como "luz" de todas las naciones (Is 52,10). Jesús no ha venido solamente para salvar al pueblo de Israel, sino a todos los hombres. Es una salvación que ilumina a todos los pueblos. Ese carácter universal de la salvación es, central en el mensaje de este texto proclamado, pues en primer lugar descubrimos que el Señor se Manifiesta como salvador universal, a diferencia de la concepción judía en la que el Mesías era el liberador únicamente para Israel. 

Algo importante que podemos resaltar de esta perico es precisamente la figura de Simeón y Ana, quienes guiados por el Espíritu Santo, dan testimonio Jesús, como el salvador universal. cabe destacar que ellos, aguardaban la liberación de Israel, pues en ese momento Israel se encontraba sometida bajo el imperio Romano, y por eso ahora que contemplan con sus propios ojos el cumplimiento de la promesa de Dios de enviar un salvador; bendicen, alaban, dan gracias y pregonan con gozo a todos la buena nueva de la llagada del Señor. 

Ahora bien, ante Jesucristo nadie puede quedar indiferente, por ello el encuentro de Simeon y Ana con Él provoca ineludiblemente una inmensa alegría, pero una alegría que se puede traducir, mejor dicho que se debe traducir en acción; un encuentro que debe llevar la vivencia de la fe en la vida cotidiana, en las realidades concretas de nuestras vidas. Hoy Jesucristo nos ofrece su luz; una luz única, la luz autentica, que ilumina en verdad, una luz que te hace libre. 

Con nuestro bautismo nosotros nos hemos iluminado con la Luz de Cristo, ahora es cuando debemos salir a iluminar; llevar la luz de Cristo a todos, siendo portadores de esa luz que ilumina, que transforma, que libera, debemos ser nosotros quienes colaboremos en la liberación del pueblo de Dios, una liberación del pecado, de las injusticias, de la opresión; debemos ser auténticos cristianos que testimoniemos a Cristo con nuestro estilo de vida. 

Continuando con el texto evangélico, San Lucas señala que Simeón, después de pronunciar estas palabras, se dirigió a María, vinculando en cierto modo la profecía referente al Hijo con otra que se relaciona con la madre: A tu misma alma la traspasará una espada. Con estas palabras Simeon se desplaza desde el Hijo a la Madre. Es admirable el misterio de este vínculo con el que Ella se ha unido a Cristo, ese Cristo que es signo de contradicción. Con estas palabras dirigidas a la Virgen María anuncian que Ella habría de estar unida íntimamente a la obra redentora de su Hijo. La espada de que habla Simeón expresa la participación de María en los sufrimientos del Hijo; es un dolor tal, que traspasa el alma. 

Pidamos al Señor que sepamos descubrir el plan de Dios en nuestras vidas. Dejémonos interpelar por su mensaje y permitamos que su luz nos haga ver la luz, para convertirnos en luz para los demás,,testigos del amor de Dios. 








miércoles, 29 de enero de 2020

El camino de la justicia

Quien con su hermano se encuentra, con Cristo camina

Hablar de Justicia en nuestros días es hablar de un tema que poco se practica, lastimosamente en nuestra sociedad se ha olvidado la justicia a tal punto que nuestra gente se ve oprimida por un sistema corrupto que empobrece y desvirtúa a la persona. 

Es deber cristiano el hacer que el cambio se de, los cristianos estamos llamados a ser sal y luz para el mundo ( Mateo 5, 13-16) eso significa que debemos darle el autentico sazón a la vida, a la sociedad, al mundo entero; los obispos en Aparecida nos dicen que la “misión propia y específica de los cristianos, especialmente los laicos, se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio (210) siendo así en verdad sal y luz del mundo, iluminando la oscuridad del pecado y sacando a la luz todo aquello que no esta bien, pero no en un modo morboso y "criticon", sino a modo de trasformarlo y hacer algo mejor, buscando el bien común, la justicia y privilegiando la caridad. 

La doctrina Social de la Iglesia, ha recalcado insistentemente sobre los principios de la solidaridad, el bien común y el destino universal de los bienes, principios derivados del postulado de la dignidad de la persona humana. El principio de la solidaridad expresa la dimensión comunitaria de la persona y subraya la coresponsabilidad de los seres humanos. Según este principio, los que cuentan con más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Este principio de solidaridad trasciende los marcos interpersonales y contextuales, pues comporta una reciprocidad que debe ser observada en el sistema económico internacional. (Sn Juan Pablo II, SRS, No.39). Pero, para que en verdad esto sea un echo es fundamental el trabajo de los cristianos, un esfuerzo común que lleve al cambio, a la trasformación a la vivencia autentica de la justicia y el bien común. 

Es por tanto deber nuestro el comprometernos a este cambio, debemos sentirnos comprometidos a hacer algo por el bien, por la transformación. Esto será posible con nuestro testimonio de vida, contagiando al mundo con el amor de Dios, propagando el bien, expandiendo la caridad y el servicio en nuestra sociedad, iluminando esta sociedad con la caridad y la solidaridad, propiciando el desarrollo y el bien común, fortalecidos en el amor misericordioso de Dios, un amor que trasforma, un amor que hace plena a la persona, un amor que da Vida. 

Empecemos en casa, haciendo pequeños cambios, escalando cada día la escalinata de la conversión, que nos lleva a la vivencia plena de la justicia, una conversión que nos haga asemejarnos más al Señor, que nos muestra el camino de la autentica vida, una vida buena que busca siempre el bien de todos.   








martes, 28 de enero de 2020

Las realidades de la vida

Ante las contrariedades de la vida, es de sabios buscar la ayuda de los demás

Me viene a la memoria la maravillosa historia del Justo Job; quien ante las dificultades, y no poca cosa, se mantuvo fiel al Señor, siendo obediente a su ley, y precisamente por este cumplimiento fue como pudo sostenerse en los momentos difíciles de la vida. 

En nuestra vida se nos pueden presentar algunas dificultades terribles que quizá no podamos solucionar solos, pues son demasiado grandes, y pues estas dificultades deben ser resultas con ayuda, en primer lugar de Dios y luego con la ayuda de algunos amigos, quienes puedan brindarnos su ayuda a modo que podamos ir encontrando soluciones a nuestros problemas; a tal punto de salir de aquel oscuro momento, para adentrarnos a la luz, al bien. 

Regresando a la historia del Justo Job; quien al perder sus hijos, sus bienes y todo cuanto tenia, tentado por el mal para hacerle caer en negar a Dios, se mantuvo fiel a la verdad, a la verdad que es Dios, y esa verdad lo sostuvo y le permitió mantenerse fiel hasta el final. por eso es Justo Job, porque guardo la ley del Señor siempre; en esto esta la clave de la vivencia autentica y plena de la vida: en el cumplimiento de la ley del Señor. ¿por qué?

Precisamente porque en el cumplimiento de la Ley de Dios, es donde la Persona se realiza y encuentra el sentido autentico de la Vida; donde ejerce autenticamente su Libertad y por consiguiente encuentra la verdadera felicidad. esto efectivamente porque la Ley de Dios, es la que nos permite orientarnos al bien, a lo bueno,a lo autentico, a la verdad, y lógicamente esto hace que la Persona viva según su naturaleza y esta vivencia hace plena a la Persona.

La Ley de Dios es como la barrera de la carretera, que mas que limitarte, te protege, te cuida y te orienta. Así es la Ley de Dios, nos cuida, nos protege, y nos conduce a la verdad. por eso es fundamental que para nuestra propia realización es necesario hacer la voluntad de Dios, ya que ésta es precisamente su Ley, la Ley que te lleva a la vida autentica a la felicidad plena.



lunes, 4 de febrero de 2019

La Iglesia ante las realidades sociales y políticas


La Iglesia ante las realidades sociales y políticas
(Catequesis sobre la intervención de la iglesia ante los acontecimientos sociales y políticos)

Ante la problemática de si la Iglesia debe o no intervenir en los asuntos sociales y políticos veremos hoy unas aclaraciones oportunas, desde el Magisterio de la Iglesia para poder comprender mejor este tema.


Es oportunos pues queridos hermanos comprender que la Iglesia como Madre y Maestra, enseña y educa a sus hijos para ver siempre el bien de estos; es por eso que, ante las cuestiones sociales, la Iglesia cuenta con la Doctrina Social de la Iglesia, que es un conjunto de principios morales, principios de acción y normas de juicio, abiertas a múltiples concreciones en la vida social. A demás, la Iglesia se apoya de todo lo positivo de las ciencias sociológicas, pero las transciende al emitir juicios éticos y morales que provienen de la Sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia.

En otras palabras, hermanos, se puede decir que la enseñanza social de la Iglesia es la doctrina íntegra de la Iglesia en cuanto referida a la existencia social del hombre sobre la tierra, para una mejor vivencia de su integridad como persona humana, dotada de facultades y privilegiada con una dignidad.

Cabe mencionar también entonces que la función de la Doctrina Social de la Iglesia es el anuncio de una visión global del hombre y de la humanidad y la denuncia del pecado de injusticia y de violencia que de varios modos atraviesa la sociedad[1].

Ante esta realidad planteada por el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el papa San Juan Pablo II dice en Centessimus annus que:

«La doctrina social de la Iglesia “se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos, las familias, cooperadores culturales y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación en la historia»[2]


Con ello comprendemos que la Iglesia no interfiere en los temas sociales con el propósito de bloquear el bien común, sino todo lo contrario, lo hace porque busca siempre el bien común, el bienestar de las personas, sin importar si sean cristianos o no, a la Iglesia le interesa la Persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios. parafraseando al Papa Benedicto podemos decir que la Iglesia busca siempre el desarrollo humano integral, que es siempre desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres.[3]


Es así pues que la preocupación de la Iglesia por el bien de todos los hombres es el principio fundamental por el cual vemos que la Iglesia habla sobre cuestiones sociales, ya que ella como buena madre se preocupa por el bien de sus hijos. Aunque hay que tener en cuenta que la Iglesia no dicta órdenes a las autoridades sociales y políticas, sino que ilumina y orienta en pro del bien sociales, en pro de del bien común, en pro del bien de la persona humana.

El concilio vaticano II, hablando sobre las cuestiones sociales, nos dirá:

«La Iglesia no piensa en primer lugar en el Estado, en el partido o en el grupo étnico. Piensa en la persona como ser único e irrepetible, creado a imagen de Dios. Una sociedad solo será justa si sabe respetar la dignidad de cada persona. Por tanto, el orden social y el progreso deben ordenarse según el bien de las personas, pues la organización de las cosas debe ordenarse a las personas y no al contrario[4]

Es así como descubrimos entonces queridos hermanos, como es que, ante los problemas sociales, políticos, culturales y económicos, la Iglesia tiene el deber y la obligación de anunciar y denunciar, anunciar la buena nueva para iluminar a los dirigentes sociales a hacer un buen trabajo en favor del bien común; y a denunciar todos los actos negativos que afecten a la persona humana. El Papa Francisco nos dice hoy que el cristiano que en este momento no vea la necesidad de los más pobres de los pobres, no es realmente cristiano[5] y es esto pues el autentico compromiso de todos buscar el bien de los pobres, en su sentido general, pobres económicamente, pobres culturalmente y los empobrecidos por las injusticias sociales.

Todo esto es posible pues por la autoridad de la Iglesia que como afirma el catecismo de la Iglesia: Para ponerse auténticamente al servicio del ser humano, la sociedad debe poner como meta el bien común, en cuanto que bien de todos los hombres y de todo hombre (CIC, 1912) solo así entonces la sociedad será justa y buena, es esa pues la meta de la Iglesia, por eso habla, por eso denuncia, por eso interviene en cuestiones sociales porque siempre busca el bien de la persona.

A manera de conclusión, preguntemos ahora nosotros: si nosotros somos cristianos, ¿Qué estoy haciendo yo por el bien de los demás?, ¿será que estoy verdaderamente comprometido con el bien común?, ¿será que, con mi manera de vivir, favorezco el bien común? O ¿únicamente busco mis propios intereses?

Vivamos pues queridos hermanos verdaderamente nuestra fe en Jesucristo que nos invita a obrar de tal menara que todos nuestros actos busquen siempre el bien de todos para hacer de este mundo un lugar mejor para vivir.


[1] cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 81
[2] Juan Pablo II, Carta encíclica. Centessimus annus, 59
[3] Benedicto XVI, Carta encíclica. Caritas in veritate, 8
[4] Gaudium et Spes, 26
[5] Papa. Francisco, prólogo de DOCAT