Quien con su hermano se encuentra, con Cristo camina
Hablar de Justicia en nuestros días es hablar de un tema que poco se practica, lastimosamente en nuestra sociedad se ha olvidado la justicia a tal punto que nuestra gente se ve oprimida por un sistema corrupto que empobrece y desvirtúa a la persona.
Es deber cristiano el hacer que el cambio se de, los cristianos estamos llamados a ser sal y luz para el mundo ( Mateo 5, 13-16) eso significa que debemos darle el autentico sazón a la vida, a la sociedad, al mundo entero; los obispos en Aparecida nos dicen que la “misión propia y específica de los cristianos, especialmente los laicos, se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio (210) siendo así en verdad sal y luz del mundo, iluminando la oscuridad del pecado y sacando a la luz todo aquello que no esta bien, pero no en un modo morboso y "criticon", sino a modo de trasformarlo y hacer algo mejor, buscando el bien común, la justicia y privilegiando la caridad.
La doctrina Social de la Iglesia, ha recalcado insistentemente sobre los principios de la solidaridad, el bien común y el destino universal de los bienes, principios derivados del postulado de la dignidad de la persona humana. El principio de la solidaridad expresa la dimensión comunitaria de la persona y subraya la coresponsabilidad de los seres humanos. Según este principio, los que cuentan con más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Este principio de solidaridad trasciende los marcos interpersonales y contextuales, pues comporta una reciprocidad que debe ser observada en el sistema económico internacional. (Sn Juan Pablo II, SRS, No.39). Pero, para que en verdad esto sea un echo es fundamental el trabajo de los cristianos, un esfuerzo común que lleve al cambio, a la trasformación a la vivencia autentica de la justicia y el bien común.
Es por tanto deber nuestro el comprometernos a este cambio, debemos sentirnos comprometidos a hacer algo por el bien, por la transformación. Esto será posible con nuestro testimonio de vida, contagiando al mundo con el amor de Dios, propagando el bien, expandiendo la caridad y el servicio en nuestra sociedad, iluminando esta sociedad con la caridad y la solidaridad, propiciando el desarrollo y el bien común, fortalecidos en el amor misericordioso de Dios, un amor que trasforma, un amor que hace plena a la persona, un amor que da Vida.
Empecemos en casa, haciendo pequeños cambios, escalando cada día la escalinata de la conversión, que nos lleva a la vivencia plena de la justicia, una conversión que nos haga asemejarnos más al Señor, que nos muestra el camino de la autentica vida, una vida buena que busca siempre el bien de todos.
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