El tiempo de pascua es un tiempo oportuno para meditar sobre
el misterio de María santísima, puesto que ella más que nadie, supo esperar y
confiar en Aquel que prometió que resucitaría, Cristo Nuestro Señor, es Ella
quien nos enseña a ser fieles incluso en los momentos más difíciles de nuestra
vida, así como ella fue fiel al lado de la cruz.
La pascua nos debe mover a un cambio, puesto que hemos
pedido a lo largo de toda la cuaresma morir al pecado para poder resucitar a
una vida nueva en Jesucristo señor nuestro que ha resucitado.
Por ello la ayuda maternal de María Santísima es fundamental
para nuestro caminar cristiano. Ella nos toma de la mano y nos lleva hasta Jesús.
Es ella quien como toda madre se preocupa por sus hijos, y quiere siempre el
bien para ellos, por eso nos da a su Hijo para que estemos con El, y vivamos
con El, puesto que solo ahí estaremos bien.
Ella nos enseña a caminar por esta vida siendo fieles a Dios
y nos deja ver sus dolores para que nos consolemos por nuestros dolores. Ella nos
anima a tomar nuestra cruz y seguir a su Hijo, y nos acompaña y nos cuida.
Es Ella quien llora con nosotros cuando nosotros lloramos, es
Ella quien ríe con nosotros cuando nosotros reímos, Ella nos consuela y nos
anima, pero sobretodo es Ella quien nos mueve a amar a su Hijo.
Acudamos pues a María Santísima, así como cuando un niño
pequeño busca a su madre para sentirse protegido, busquémosla nosotros a ella y
así podremos con fuerza emprender el camino que nos lleva hasta Dios, y ese camino es Cristo Nuestro Señor.